viernes, 27 de febrero de 2009

Introducción

Por Siglo de Oro se entiende la época clásica o de apogeo de la cultura española, esencialmente el Renacimiento del siglo XVI y el Barroco del siglo XVII. Ciñéndose a fechas concretas de acontecimientos clave, abarca desde la publicación de la Gramática castellana de Lebrija en 1492 hasta la muerte de Calderón en 1681.
La época del imperio español atravesó una etapa de auge y esplendor en el siglo XVI y una de lenta decadencia en el siglo XVII. Los dos siglos de la dinastía de los Austrias fueron, desde luego, los de máximo poderío, de florecimiento de la cultura en el Siglo de Oro, de expansión en el mundo y de identificación del poder político y cultural con la defensa de los valores del catolicismo. Pero el Imperio fue acumulando grandes problemas internos y externos que llevaron a la desaparición de su hegemonía en Europa, consumada al morir el último monarca de la casa de Austria, Carlos II, en 1700.

Auge del imperio

La herencia de los Reyes Católicos recayó en la dinastía de los Habsburgo (casa de Austria). El nieto de Fernando e Isabel, Carlos de Habsburgo, reunió en su persona las coronas de la monarquía hispánica, con sus dominios en Europa y América, y a ellos se añadieron los recibidos por la herencia de sus abuelos paternos, Maximiliano de Habsburgo y María de Borgoña. Esta herencia territorial se completó políticamente cuando Carlos fue elegido emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Su hijo Felipe II llegó a gobernar sobre el vastísimo conjunto de territorios integrado por las coronas de Castilla y Aragón, Navarra, el Rosellón, el Franco Condado, los Países Bajos, Sicilia, Cerdeña, el Milanesado, Nápoles, diversas plazas norteafricanas (Orán, Túnez), Portugal y su imperio afroasiático, toda la América descubierta y Filipinas.

Carlos I

Hijo del archiduque Felipe I el Hermoso y de la reina castellana Juana I la Loca, nació el 24 de febrero de 1500 en la ciudad flamenca de Gante (actual Bélgica). En su persona se concentraron las dispares herencias de cuatro dinastías. En 1516 se convirtió en rey de España y en 1519 logró su máxima aspiración a convertirse en emperador.
Política interior:
Carlos I tuvo que hacer frente a las sublevaciones de las Comunidades y las Germanías, que tuvieron el carácter de revueltas políticas, pero también fueron revueltas sociales y antiseñoriales.
Política exterior:
Los enfrentamientos con Francia fueron numerosos. Los dos motivos del conflicto fueron el dominio en los reinos y ducados de Italia, fundamentalmente el Milanesado, y la pugna de los reinos de Flandes y Borgoña. El enfrentamiento en esta época terminó con la Paz de Crépy (1544).
Carlos V hizo de la lucha contra el protestantismo un objetivo fundamental. El enfrentamiento tuvo lugar en dos frentes: el político-militar y el eclesiástico. Carlos derrotó a la liga de los príncipes protestantes en la batalla de Mülhberg (1547), pero no pudo acabar con el problema.
Otro problema fue el dominio del Mediterráneo. Carlos V lanzó con éxito un ataque contra Túnez en 1535, pero fracasó en Argel en 1541.
La primera rebelión de los Países Bajos tuvo lugar en 1566. Las causas fueron religiosas e independistas. Finalmente, el sur se identificó con el catolicismo y el norte, las futuras Provincias Unidas de Holanda, con el calvinismo, una rama del protestantismo.
España e Inglaterra tenían interés en el dominio del Atlántico, a causa de América. El enfrentamiento parecía inevitable pero en tiempos del emperador Carlos no hubo guerras.

Felipe II

Nació en Valladolid el 21 de mayo de 1527 y reinó sobre la unidad territorial más amplia de la edad moderna puesta bajo un mismo cetro.
Política interior:
Felipe II se situó de forma decidida en la defensa de los principios del Concilio de Trento. Por ello, se persiguió la herejía, se prohibió la importación de libros y cursar estudios en el extranjero.
La monarquía anuló todos los particularismos étnico-religiosos de los moriscos. Por ello se produjo una insurrección en la Alpujarra, revuelta que fue sofocada por Juan de Austria, hermanastro del rey. Las bancarrotas fueron características durante todo su reinado.
Política exterior:
Para mantener y proteger su imperio estuvo inmerso continuamente en todos los conflictos europeos.
La enemistad con Francia se incrementó aún más. El primer episodio bélico fue la batalla de San Quintín (1557) con victoria de los Tercios españoles, que fue celebrada con la construcción del monasterio de El Escorial. Pero la lucha continuó durante todo el reinado de Felipe II.
Para detener el empuje de Solimán el Magnífico en el Mediterráneo, España, Venecia y el Papado constituyeron la Santa Liga en 1571. El enfrentamiento decisivo se dio en el golfo de Lepanto (1571) y significó una gran victoria de los cristianos.
En cuanto a los Países Bajos, Felipe II llevó a cabo una durísima represión, pero la rebelión nunca fue enteramente controlada.
En su enfrentamiento contra Inglaterra, Felipe II preparó la Gran Armada (Armada Invencible), la flota más grande de la época de los Austrias. Diezmada sin conseguir sus objetivos, abandonó el mar del Norte.

El declive político, económico y militar: La época de los validos

El siglo XVII registró la pérdida progresiva de la hegemonía política de la monarquía hispánica en el ámbito europeo. Este declive coincidió con la decadencia económica de Castilla, núcleo esencial de la monarquía, y con una grave crisis social y política en el conjunto del territorio peninsular.
Tras la muerte de Felipe II, en 1598, se sucedieron tres reinados cuyos monarcas reciben el nombre de Austrias menores, por comparación con sus antecesores (Austrias mayores). Estos se encargaron personalmente del gobierno de sus reinos, mientras que los del siglo XVII recurrieron a validos, o privados, para gobernar. El valido era un personaje de la alta nobleza, aunque también los hubo del clero e, incluso, plebeyos, que desempeñaba las funciones del gobierno con la confianza del rey.
El siglo XVII se caracterizó por una crisis demográfica. La población de los reinos hispánicos retrocedió, sobre todo en Castilla y Extremadura. Las causas hay que buscarlas en el flujo migratorio hacia América, las constantes guerras, la expulsión de los moriscos y el conjunto de epidemias y malas cosechas que asolaron el territorio peninsular.
A la crisis demográfica se unió una grave recesión económica. La agricultura empeoró su ya difícil situación, produciéndose un despoblamiento de muchos núcleos rurales y un aumento de los impuestos. También la ganadería se vio afectada.
A esta situación se unió un importante descenso de la llegada de partidas de plata americana. Esto provocó la bancarrota de las finanzas estatales. Los gastos del Estado no solo no se redujeron, sino que aumentaron en el siglo XVII como consecuencia de las guerras, y el Tesoro real atravesó una perpetua carencia de fondos. Las constantes subidas de impuestos y los intentos de distribuir su carga entre los reinos peninsulares no hicieron más que agotar a los contribuyentes. Se recurrió también al préstamo con banqueros nacionales o internacionales. Finalmente, agotados todos los recursos, se recurrió a la emisión continua y masiva de moneda de baja calidad en la que se mezclaba la plata con el cobre (vellón), lo que ocasionó una alta inflación (elevación de los precios) por el escaso poder adquisitivo de la moneda. Todo ello no evitó las bancarrotas y suspensiones de pagos.

Felipe III

Nació en Madrid el 14 de abril de 1578 y fue el último hijo varón sobreviviente del rey Felipe II, habido en su cuarto y último matrimonio, contraído con Ana de Austria. Débil y tímido por naturaleza, educado por tutores aristócratas y eclesiásticos, resultó de carácter extremadamente religioso.
En abril de 1599 contrajo matrimonio con su prima Margarita de Austria, de la que tuvo ocho hijos, entre los que destaca el futuro rey español Felipe IV.
Política interior:
Su reinado dio comienzo el 13 de septiembre de 1598. Desde 1598 gobernó como valido el duque de Lerma, amigo personal del rey. El monopolio en el reparto de privilegios le permitió formar una poderosa facción política. Precisamente el intento de incrementar esta influencia y de escapar a las críticas que se lanzaban a Madrid contra su privanza, explica el traslado entre 1600 y 1606 de la corte, y por tanto de la capital, a Valladolid.
Tampoco fue acertado el decreto de expulsión de los moriscos en 1609.
El deterioro de la situación política y la crisis económica llevaron a sustituir a Lerma por el duque de Uceda. Se recortó entonces la libertad de acción del nuevo valido.
Política exterior:
España gozó de una época de paz hasta 1618, año en el que al apoyar España al rey de Bohemia se vio inmersa en la Guerra de los Treinta Años.

Felipe IV

Hijo de Felipe III, a quien sucedió tras su fallecimiento, y de Margarita de Austria, nació el 8 de abril de 1605 en Valladolid.
Su reinado:
Puede dividirse en varias etapas: una primera hasta 1643, en que el protagonismo le corresponde a su valido, el conde-duque de Olivares; una segunda, en la cual el marqués de Carpio dirigió los destinos de la Monarquía Hispánica (1643-1661); y, finalmente, los últimos años de la vida de Felipe IV, hasta 1665.
Con Olivares, la Monarquía se implicó plenamente en la Guerra de los Treinta Años y reanudó la guerra de los Países Bajos. En el interior se produjeron numerosas sublevaciones, como la rebelión de Cataluña, la guerra de separación de Portugal o la rebelión de Andalucía.
En 1643, tras la destitución del conde-duque, los Tercios españoles fueron derrotados por las tropas francesas en la Batalla de Rocroi. El Tratado de Münster (1648) consagró la pérdida de las provincias del norte de los Países Bajos. La guerra franco-española continuó y terminó con la victoria de Francia, consumada en 1659 con la Paz de los Pirineos.
En los últimos años de su reinado, concluidos los grandes conflictos, Felipe IV pudo concentrarse en el frente portugués. Sin embargo, ya era demasiado tarde. Meses antes de su muerte en 1665, la derrota de Villaviciosa permitía vaticinar la pérdida de Portugal. La situación en Castilla no era más halagüeña, y la crisis humana, material y social afectaba profundamente a las regiones del interior.

Carlos II

Último rey de España de la dinastía Habsburgo. Hijo de Felipe IV y Mariana de Austria, fue toda su vida un ser débil y enfermizo, poco dotado físicamente y mentalmente. Casado en dos ocasiones, no logró tener hijos.
Su reinado:
Durante la época de Carlos II, las iniciativas reformistas pusieron las bases para la recuperación económica de Castilla.
En el exterior, la Monarquía se vio envuelta en cuatro guerras determinadas por el expansionismo de Luis XIV. Al final del reinado, la Monarquía se mantenía casi intacta, con las únicas pérdidas del Franco-Condado (1678) y una serie de plazas en la zona fronteriza entre Francia y los Países Bajos, así como del reino de Portugal (1668).
El problema sucesorio:
Las frecuentes enfermedades del rey y la falta de sucesión alimentaron durante su reinado las negociaciones entre los príncipes europeos para el reparto de los territorios de la Monarquía. Pero la obsesión por mantener unida la herencia de sus mayores fue uno de los motivos que determinaron el último testamento de Carlos II en que declaró heredero al duque de Anjou, futuro Felipe V. El nombramiento del nuevo monarca provocó un conflicto grave para el equilibrio entre las diferentes potencias europeas. Su acceso al trono español fortalecía el poder de los Borbones en Europa y, rápidamente, Gran Bretaña, Holanda y Portugal declararon su apoyo al candidato austriaco y entraron en guerra contra Francia y España. De manera que la sucesión al trono español pasó de ser un conflicto interno a un grave problema de política internacional.

Auge cultural

En el siglo XVI y la primera parte del XVII, la cultura española alcanzó la cima de su esplendor y expansión. Las artes plásticas, la literatura en todos sus géneros, el pensamiento teológico, filosófico y político, y la música alcanzaron el momento culminante de su creatividad y difusión. Ese periodo histórico cultural es conocido como Siglo de Oro de la cultura española.

El siglo XVII es una época de crisis generalizada en España, debida, en parte, a la decadencia política y económica, lo que hace que el pesimismo y el desencanto se adueñen del ánimo de los intelectuales y artistas, los más sensibles quizás a las circunstancias sociales adversas. Paradójicamente, las artes conocieron un auge inusitado.
En el Siglo de Oro, el gran movimiento artístico dominante es el Barroco. El esplendor de las artes y las letras produjo artistas, pensadores, literatos y ensayistas que tuvieron irradiación universal.

Literatura

El Siglo de Oro en la literatura significó la fijación definitiva del castellano como lengua universal. Florecieron la poesía, el teatro, la novela, con el género típicamente español de la picaresca. Miguel de Cervantes, en su Don Quijote de la Mancha, cuya primera edición apareció en 1605, crearía el gran modelo universal de la novela moderna, sobre el precedente de las novelas de caballerías. El Quijote es la obra escrita en castellano de la que han aparecido más ediciones y que ha sido traducida en más lenguas.
Durante el Barroco conviven dos escuelas o tendencias: el culteranismo y el conceptismo. Ambas responden a una misma idea de la literatura: el gusto por la complicación formal y por el artificio. El conceptismo se preocupa más por el contenido (predominio del fondo sobre la forma), mientras que el culteranismo persigue la belleza y la expresión de la forma (predominio de la forma sobre el fondo).

Poesía

La lírica renacentista asistió a la renovación de la poesía cancioneril a causa de la difusión del humanismo. La poesía italiana aportó dos innovaciones rítmicas: el endecasílabo y el encabalgamiento. Fue Juan Boscán quien los introdujo definitivamente y quien recomendó su práctica a Garcilaso de la Vega. De la misma manera, la lírica renacentista incorporó estrofas y tipos de composiciones habituales en la lírica italiana (tercetos encadenados, lira, octava real, soneto…). La nueva poesía desarrolló principalmente los siguientes temas: el amor, la descripción de la mujer, la mitología clásica. El poeta más representativo de este tipo es Garcilaso de la Vega (1501-1536).
En la segunda mitad del siglo XVI, la aplicación de los principios de la Contrarreforma se corresponde con el auge de la literatura espiritual. Esta lírica aborda dos caminos espirituales: la ascética que busca la perfección mediante la purificación y expresa el proceso que lleva a la unión del alma con Dios; y la mística, en la que se produce la unión plena con la divinidad.
Los poetas más representativos de esta corriente son Fray Luis de León (152?-1591) y San Juan de la Cruz (1542-1591).

La poesía barroca siguió cultivando los temas de la poesía anterior (el amor, relacionado con la naturaleza y la mitología), con intensificación de los recursos expresivos y algunas innovaciones, aunque predominan los textos que expresan la idea de desengaño y la conciencia de crisis de la época. El rasgo más general es, sin embargo, la diversidad de temas, de motivos y de enfoques, en relación con la visión del mundo de este periodo.
• Poesía amorosa. Continúa la idea del amor renacentista: la expresión dolorida del yo poético por un amor frustrado, con la pervivencia de la descripción física de la amada.
• Poesía filosófica y moral. Marcada por el pesimismo, predominan el desengaño, el contraste entre realidad y apariencia, la fugacidad de la vida, la conciencia de la muerte.
• Poesía religiosa. Predomina la poesía celebrativa, aunque también destacan la reflexión espiritual y el arrepentimiento.
• Poesía burlesca. Abunda la poesía de carácter paródico y humorístico, incluso la burla y el ataque personal.
Los poetas más representativos de este siglo son: Luis de Góngora y Argote (1561-1627), Lope de Vega (1562-1635) y Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645).

Teatro

En el teatro del siglo XVI se pueden distinguir diversas tendencias:
• Teatro religioso. En él adquiere relevancia la alegoría, uso que desembocará en el auto sacramental.
• Teatro italianizante. En esta orientación dramática destacan Juan del Enzina, creador de églogas, y Bartolomé de Torres Naharro.
• Teatro clasicista. Se imitaron los modelos grecorromanos, tanto de la comedia como de la tragedia.
• Teatro nacionalista. Un grupo de dramaturgos, entre los que se encontraba Juan de La Cueva, utilizaron como tema la historia nacional.
• Teatro popular. En esta línea, en la que influyeron las compañías italianas destaca Lope de Rueda, que compuso comedias y fue el creador de los pasos, piezas breves con las que, a través de intrigas, enredos y otros recursos cómicos, introduce el espectáculo teatral como diversión.

En el teatro del siglo XVII deben considerarse tres manifestaciones dramáticas fundamentales: las representaciones de los corrales de comedias, el teatro cortesano y, en el teatro religioso, los autos sacramentales.
Las representaciones barrocas se realizaban en corrales, inicialmente patios interiores de una manzana de casas, en uno de cuyos lados se alzaba el tablado.
El teatro empezó a constituir también un elemento fundamental en las fiestas cortesanas. Las representaciones se celebraban en palacio y al aire libre, en el gran lago del parque del Buen Retiro.
Los autos sacramentales del siglo XVII, coincidentes en su florecimiento con la Contrarreforma, giran principalmente en torno al sacramento de la Eucaristía.
En el siglo XVII se consolida la comedia nacional. Fue creada por Lope de Vega. Sus características esenciales son la mezcla de lo trágico y lo cómico; el no respeto de las unidades de tiempo, de lugar y de acción; la división de la obra en tres jornadas o actos; el decoro dramático que consiste en la adecuación de la conducta y del lenguaje de los personajes a las convenciones del papel social que representan; la temática de la honra; la polimetría o utilización de variedad de metros y estrofas; y los personajes que responden a seis tipos básicos (la dama, el galán, el poderoso, el viejo, el gracioso y la maga).
Los autores más representativos de este siglo son: Félix Lope de Vega y Carpio (1562-1635), Tirso de Molina (¿1583?-1648) y Pedro Calderón de la Barca (1600-1681).

viernes, 13 de febrero de 2009

Prosa

La narrativa renacentista trató de conciliar lo maravilloso con lo verosímil para lograr lo que se consideraba la función primordial de la literatura: deleitar para instruir.
Los géneros más cultivados fueron:
· La novela bizantina, protagonizada por una pareja de jóvenes enamorados que son separados hasta el final que se unen.
· La novela pastoril, cuyos protagonistas son pastores idealizados que se comportan y hablan como cortesanos.
· La novela de caballerías, que tuvo un extraordinario desarrollo que alcanzó su apogeo entre 1510 y 1560.
· Lazarillo de Tormes, una de las obras más importantes de la literatura española, que inaugura un nuevo subgénero, el de la novela picaresca.
Mención especial merece Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), autor de numerosas novelas ejemplares y de la novela más célebre de la literatura española, Don Quijote de la Mancha. En esta obra, Cervantes parodia la novela de caballerías para criticar este género, que se convierte en ingredienter fundamental del libro.

En el Barroco se cultivaron la prosa narrativa de ficción y la intelectual, ambas con finalidad didáctica y moralizante y, a menudo, tono satírico.
En la prosa narrativa, se practicaron los siguientes géneros:
· La novela picaresca. La vida de Guzmán de Alfarache, obra de Mateo Alemán y la Historia de la vida del buscón de Quevedo son las obras de mayor fama. Estas novelas tratan de la historia de una persona (generalmente un hombre) que cuenta las diversas situaciones por las que transcurre su vida y su dificultad o imposibilidad de ascender socialmente.
· La nova pastoril, en decadencia.
· La novela bizantina.
· La novela corta cortesana.

Artes

El gran arte español del Barroco, la arquitectura, pintura y escultura, se concentra esencialmente en el arte religioso, aunque aparezcan también manifestaciones del arte civil y del arte popular. La preeminencia de lo religioso se explica no solo por la lucha emprendida a favor del catolicismo sino también porque obedece al carácter de los mecenas, es decir, a aquellos que sufragan sus obras. La Iglesia, la monarquía y la nobleza, los grandes mecenas del arte, son quienes contratan a los artistas.

Arquitectura

En el siglo XVI existen dos tendencias:
· El plateresco, cuya decoración recuerda la labor de los plateros, y que abarca los dos primeros tercios del siglo XVI.
· El purismo, más sobrio y centrado en el último tercio de siglo.
En el primero, se fundan elementos propios del estilo gótico con el mudéjar y con las innovaciones renacentistas, por lo que el resultado es muy personal.
Los edificios de la arquitectura purista son en general monumentales y equilibrados, y sus elementos constructivos, mucho más clásicos.

La sobria austeridad geométrica impuesta por Juan de Herrera en el monasterio de El Escorial se mantuvo en la arquitectura barroca española de la primera mitad del siglo XVII. Los ideales contrarreformistas y el espíritu de la casa de Austria facilitaron la pervivencia de este modelo arquitectónico.
El gusto por formas cada vez más ricas lleva, a partir de mediados de siglo, a eliminar los vestigios herrerianos, enriqueciendo la decoración con múltiples elementos naturalistas localizados en las ventanas. La fachada de la catedral de Granada, de Alonso Cano, es buena muestra de ello.
Ya a finales de siglo, la riqueza y fantasía decorativas alcanzan su apogeo. En Galicia, en torno a la catedral de Santiago, que en el último tercio del siglo inicia la transformación que culminará con la gran fachada del Obradoiro, aparecen figuras como Peña de Toro y Domingo de Andrada, autores del Patio de la Quintana y de la Torre del Reloj.

Escultura

En cuanto a la escultura renacentista, las características generales son el predominio de lo religioso con el consiguiente rechazo de temas profanos, el gusto por lo directo, lo expresivo y el realismo, y el uso de la madera policromada, tanto para retablos como para imágenes.
Las figuras más relevantes fueron Alonso Berruguete, que se define por su gusto por lo inestable, por el canon alargado y el movimiento de las figuras, y Juan de Juni, de posible origen francés, que se caracteriza por la teatralidad de sus grupos escultóricos, las formas amplias y musculosas, y el perfeccionismo unido a la búsqueda de un profundo dramatismo.
El realismo y la intensa preocupación por el detalle, puestos al servicio del fervor religioso contrarreformista, son las características esenciales de la escultura barroca española. Las figuras generalmente se pintan (policromía) e incluso a veces llegan a emplearse ojos de cristal, vestimentas auténticas y pelo natural. Entre los trabajos más destacados se encuentran los retablos para los altares de las iglesias, algunos de ellos de considerable tamaño y riqueza, realizados por equipos de escultores y arquitectos.
Los principales escultores fueron Gregorio Fernández, máximo exponente de la escuela castellana, con impresionantes tallas de Inmaculadas, Piedades y Cristos yacentes; y los representantes de la escuela andaluza, en especial Juan Martínez Montañés, Pedro de Mena, Juan de Mesa y Alonso Cano. Estos últimos repartieron entre Sevilla y Granada buena parte de sus Cristos crucificados, Inmaculadas, santos y otros temas típicos de los pasos procesionales para los que iban destinadas muchas de estas imágenes cargadas de realismo, expresividad y fervor religioso.

Pintura

La pintura renacentista es religiosa en su mayoría (son escasos los temas profanos y los mitológicos). El primer tercio del siglo XVI presenta una fuerte influencia del realismo y de la minuciosidad flamenca, manifestada por el gusto hacia lo concreto y hacia temas naturalistas. El mejor representante de esta tendencia es Pedro Berruguete. El segundo tercio acusa más la influencia clasicista del renacimiento italiano. Finalmente, el último tercio anticipa el barroco con sus intensos claroscuros y su pintura dramática.

La pintura barroca alcanzó su cumbre con genios de la talla de El Greco, Rivera, Murillo y Zurbarán. Pero, entre todos, destaca el más universal de nuestros pintores del Barroco, Diego de Velázquez, que trabajó en la corte de Felipe IV. Su pincelada suelta, el dominio del color y de la luz, y las complejas composiciones de sus cuadros otorgan en sus obras la categoría de obras maestras.
De su etapa juvenil en Sevilla sobresalen obras como la Vieja friendo huevos y la Adoración de los Magos. Ya en Madrid, y como pintor de corte, destacan sus series de retratos reales que culminaron con Las Meninas. Destacó también por sus cuadros de tema histórico como La rendición de Breda, y mitológico, como La Fragua de Vulcano.

Música

El papel predominante que España desempeña en el siglo XVI, la vinculación a Flandes, donde había nacido Carlos V y de donde procedían al principio los músicos de su corte, y luego los estrechos contactos con Italia, y la masiva presencia española en el Concilio de Trento, que regula aspectos de la música religiosa, determinan la riqueza objetiva y la importancia capital de la música española del XVI.
La figura más interesante del siglo XVI es Juan del Enzina (1469-1529) creador, junto a piezas de carácter religioso, de importantes villancicos.
El más famoso polifonista español es, sin duda, Tomás Luis de Victoria (1548-1611), músico de Felipe II educado en Roma.
La música barroca española no cuenta con ninguna figura de dimensión universal, pero presenta algunas características singulares. Ante todo su carácter en cierto modo conservador. La polifonía religiosa y la música de órgano son lo fundamental. Durante el siglo XVII se inicia una música teatral distinta a la ópera italiana, que dará nacimiento a la “zarzuela”, género en el que se alterna lo hablado y lo cantado. Las primeras zarzuelas tuvieron textos de Lope, de Calderón de la Barca y de otros grandes dramaturgos. En la música instrumental, el órgano produce algunos de sus más grandes maestros como Correa de Arauxo y Juan Cabanilles. La guitarra, instrumento nacional por excelencia, heredero de la vihuela renacentista, cuenta con un gran maestro, Gaspar Sanz (1640-1710).

Ciencia y pensamiento

El pensamiento teológico, filosófico y político estuvo muy ligado siempre a la defensa de los valores del catolicismo. Los teólogos españoles (Francisco Suárez, Melchor Cano) fueron los artífices del pensamiento de la Contrarreforma. Pero, en general, la filosofía resultó una prolongación de la Escolástica Medieval, aunque con algunas innovaciones importantes. Una obra fundamental en el Derecho internacional es la del jesuita Fray Francisco de Vitoria. Como pensadores políticos o ensayistas sociales destacan Baltasar Gracián, Juan de Mariana y Diego de Saavedra Fajardo.
No obstante, en este esplendor generalizado, destaca la ausencia de la ciencia española. En el XVII, la ciencia española no se incorporó a la gran revolución científica que se desarrolló en Europa. Muchos han dicho que la presión de la censura católica, el aislamiento del exterior y el escaso impulso desde el poder, limitaron el auge de la ciencia en España. En cualquier caso, hubo ciencia en el país, las creaciones exteriores fueron conocidas, pero España no produjo científicos de la categoría de los de otras naciones europeas. Ese retraso significaría, en el futuro, un gran obstáculo.

Fray Francisco de Vitoria

Fue un dominico español, catedrático en la Universidad de Salamanca, al que se considera fundador del Derecho internacional.
Nació en Vitoria en 1486, tomó en Burgos el hábito dominico y marchó a estudiar a París. Allí frecuentó los ambientes humanistas que enriquecerían su visión de la cultura. Regresó a España y enseñó en Valladolid y en Salamanca.
Su aportación más conocida fue sin duda el haber iniciado el Derecho internacional con su lección De indis, donde abordó el asunto de los derechos de la Corona en la conquista de América y los derechos de los habitantes de aquellas tierras. A partir de entonces fue consultado en múltiples ocasiones sobre asuntos relacionados con las Indias Occidentales. Murió en Salamanca en 1546.

Baltasar Gracián

Nació en 1601 cerca de Calatayud (Zaragoza), estudió en Toledo e hizo los votos como jesuita en 1635. Enseñó en distintos colegios y gozó de fama como predicador. Sufrió represión de sus superiores por publicar sin licencia sobre asuntos mundanos, y se le prohibió hacerlo. Insistió en su rebeldía al publicar el tercer volumen de El criticón.
Espíritu sutil y selecto, sagaz escrutador de lo humano, Gracián es el último y posiblemente el más grande de los moralistas españoles. Tanto en vida, como por su temperamento, se diferenció de casi todos los escritores de su siglo, pues no ocupó altos cargos, ni alcanzó grandes dignidades, ni buscó el favor del público.
Su obra más conocida, El criticón, apareció en tres volúmenes sucesivos. Dos personajes mentor y discípulo, aprenden a través de la experiencia, la picaresca, el desengaño y el pesimismo. Los personajes representan, uno el instinto, el hombre natural, y el otro la razón, el hombre juicioso, en una peregrinación por distintos lugares que se corresponden con las distintas etapas de la vida.
Murió en 1658.

Diego Saavedra Fajardo

Nació en Algezares (Murcia) el 6 de mayo de 1584. Desde 1608 en Roma, desempeñó primero diversos cargos en la corte pontificia y más tarde varios destinos diplomáticos en Italia, hasta 1633. Los diez años siguientes pasó a representar los asuntos de la Monarquía Hispánica en diversas cortes alemanas. En 1643 recibió el nombramiento de consejero de Indias pero, a los pocos meses, se le encargaron las difíciles negociaciones de Münster que servirían para poner fin, cinco años más tarde, a la Guerra de los Treinta Años. En 1646, renunció, decepcionado, a su cargo. Como escritor político, su producción está determinada por su experiencia internacional. Su obra más famosa es Idea de un príncipe político cristiano en cien empresas. Murió el 24 de diciembre de 1648 en Madrid.