viernes, 13 de febrero de 2009

Pintura

La pintura renacentista es religiosa en su mayoría (son escasos los temas profanos y los mitológicos). El primer tercio del siglo XVI presenta una fuerte influencia del realismo y de la minuciosidad flamenca, manifestada por el gusto hacia lo concreto y hacia temas naturalistas. El mejor representante de esta tendencia es Pedro Berruguete. El segundo tercio acusa más la influencia clasicista del renacimiento italiano. Finalmente, el último tercio anticipa el barroco con sus intensos claroscuros y su pintura dramática.

La pintura barroca alcanzó su cumbre con genios de la talla de El Greco, Rivera, Murillo y Zurbarán. Pero, entre todos, destaca el más universal de nuestros pintores del Barroco, Diego de Velázquez, que trabajó en la corte de Felipe IV. Su pincelada suelta, el dominio del color y de la luz, y las complejas composiciones de sus cuadros otorgan en sus obras la categoría de obras maestras.
De su etapa juvenil en Sevilla sobresalen obras como la Vieja friendo huevos y la Adoración de los Magos. Ya en Madrid, y como pintor de corte, destacan sus series de retratos reales que culminaron con Las Meninas. Destacó también por sus cuadros de tema histórico como La rendición de Breda, y mitológico, como La Fragua de Vulcano.

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