viernes, 13 de febrero de 2009

Arquitectura

En el siglo XVI existen dos tendencias:
· El plateresco, cuya decoración recuerda la labor de los plateros, y que abarca los dos primeros tercios del siglo XVI.
· El purismo, más sobrio y centrado en el último tercio de siglo.
En el primero, se fundan elementos propios del estilo gótico con el mudéjar y con las innovaciones renacentistas, por lo que el resultado es muy personal.
Los edificios de la arquitectura purista son en general monumentales y equilibrados, y sus elementos constructivos, mucho más clásicos.

La sobria austeridad geométrica impuesta por Juan de Herrera en el monasterio de El Escorial se mantuvo en la arquitectura barroca española de la primera mitad del siglo XVII. Los ideales contrarreformistas y el espíritu de la casa de Austria facilitaron la pervivencia de este modelo arquitectónico.
El gusto por formas cada vez más ricas lleva, a partir de mediados de siglo, a eliminar los vestigios herrerianos, enriqueciendo la decoración con múltiples elementos naturalistas localizados en las ventanas. La fachada de la catedral de Granada, de Alonso Cano, es buena muestra de ello.
Ya a finales de siglo, la riqueza y fantasía decorativas alcanzan su apogeo. En Galicia, en torno a la catedral de Santiago, que en el último tercio del siglo inicia la transformación que culminará con la gran fachada del Obradoiro, aparecen figuras como Peña de Toro y Domingo de Andrada, autores del Patio de la Quintana y de la Torre del Reloj.

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