
Las figuras más relevantes fueron Alonso Berruguete, que se define por su gusto por lo inestable, por el canon alargado y el movimiento de las figuras, y Juan de Juni, de posible origen francés, que se caracteriza por la teatralidad de sus grupos escultóricos, las formas amplias y musculosas, y el perfeccionismo unido a la búsqueda de un profundo dramatismo.
El realismo y la intensa preocupación por el detalle, puestos al servicio del fervor religioso contrarreformista, son las características esenciales de la escultura barroca española. Las figuras generalmente se pintan (policromía) e incluso a veces llegan a emplearse ojos de cristal, vestimentas auténticas y pelo natural. Entre los trabajos más destacados se encuentran los retablos para los altares de las iglesias, algunos de ellos de considerable tamaño y riqueza, realizados por equipos de escultores y arquitectos.
Los principales escultores fueron Gregorio Fernández, máximo exponente de la escuela castellana, con impresionantes tallas de Inmaculadas, Piedades y Cristos yacentes; y los representantes de la escuela andaluza, en especial Juan Martínez Montañés, Pedro de Mena, Juan de Mesa y Alonso Cano. Estos últimos repartieron entre Sevilla y Granada buena parte de sus Cristos crucificados, Inmaculadas, santos y otros temas típicos de los pasos procesionales para los que iban destinadas muchas de estas imágenes cargadas de realismo, expresividad y fervor religioso.
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